52 palabras, Fotografía

35/52 palabras: blanco y negro

20150519 (019)

A la mañana siguiente dijo que tenía que ponerse en camino hacia Kassel. ¿Podría tomar una fotografía antes de irse?

Estábamos desayunando en la cocina.

¿Has visto mi cámara?, me preguntó.

No.

¿No te fijaste en ella anoche?

Señaló con la barbilla donde estaba su mochila, en el suelo, al lado de la puerta. Junto a ella había una caja en la que, de hecho, sí que había reparado debido a su color plateado. Tenía el tamaño de una caja de herramientas más o menos.Había sido reparada con cinta adhesiva negra en algunos sitios. No me había parado a pensar que llevaría dentro. Tal vez pinturas. O manzanas. O unas sandalias y crema para el sol.

Como la primera cámara, dijo, ¡como la cámara original! Y me alargó la caja. No pesaba nada. Estaba hecha de madera de contrachapado.

Aquí no hay luz suficiente, dijo, tenemos que salir fuera.

Salimos y fuimos a los ciruelos, donde hay una mesa sobre la hierba., y allí levantó la vista al cielo, que todavía estaba nublado. Entre dos y tres minutos, calculó en voz alta, y dejó la caja cuidadosamente al borde de la mesa. En el centro de uno de los laterales largos había una tirita blanca rectangular, como la que se pone uno para proteger una pequeña ampolla o quemadura. Esta tirita estaba enmarcada con cinta adhesiva negra.

Con sus cautelosos dedos levantó la tirita a fin de revelar una abertura, un agujero. Luego me cogió de la mano.

Nos quedamos de pie, mirando a la cámara. Nos movimos, claro, pero no más de lo que lo hacían los ciruelos mecidos por el aire. Pasaron los minutos. Mientras estábamos allí reflejamos la luz, y lo que reflejamos atravesó el agujerito negro y entró en la caja.

Será una foto de los dos, dijo, y esperamos expectantes.

Un hombre y una mujer bajo un ciruelo, del libro Fotocopias, de John Berger.

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52 palabras, Fotografía

34/52 palabras: cielo

20150516 (002)

If the stars were mine

If the stars were mine
I’d give them all to you
I’d pluck them down right from the sky
And leave it only blue

I would never let the sun forget
To shine upon your face
So when others would have rain clouds
You’d have only sunny days

If the stars were mine
I’d tell you what I’d do
I’d put the stars right in a jar
And give ‘em all to you

If the birds were mine
I’d tell them when to sing
I’d make them sing a sonnet
When your telephone would ring

I would put them there inside the square
Whenever you went out
So there’d always be sweet music
Whenever you walk about

If the birds were mine
I’d tell you what I’d do
I’d teach the birds such lovely words
And make ‘em sing for you
I’d teach the birds such lovely words
And make ‘em sing for you

If the world was mine
I’d paint it gold and green
I’d make the oceans orange
For a brilliant color scheme

I would color all the mountains
Make the sky forever blue
So the world would be a painting
And I’d live inside with you

If the world was mine
I’d tell you what I’d do
I’d wrap the world in ribbons
And then give it all to you

I’d teach the birds such lovely words
And make ‘em sing for you
I’d put those stars right in a jar and
Give them all to you.

Melody Gardot

Para escuchar la canción, haz click aquí.

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52 palabras, Fotografía

33/52 palabras: despierta

20150509 (060)

Cada mañana me traía una nueva invitación a conferir a mi vida igual sencillez, y me atrevo a decir inocencia, que la de la Naturaleza misma; he sido un adorador de Aurora tan sincero como lo fueran los mismos griegos. Me levantaba temprano e iba a darme un baño en la laguna; era un verdadero ejercicio religioso y una de las mejores cosas que hacía. Se dice, por cierto, que en la bañera del rey Tching-Thang se había grabado a tal efecto: «Renuévate completamente cada día; una y otra vez y siempre». Lo comprendo. La mañana nos trae de nuevo los tiempos heroicos.

Walden, la vida en los bosques, de Henry David Thoreau.

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52 palabras, Fotografía

32/52 palabras: romper las reglas

20150503 (002)

Un viernes por la noche regresa a su casa dando un rodeo por los viejos jardines de la universidad, y de pronto se fija en que una de sus alumnas recorre el mismo sendero que él. Va unos pasos por delante. Se llama Melanie Isaacs, es de su curso de los poetas románticos. No es la mejor de sus alumnas, pero tampoco es de las peores: es bastante lista, pero le falta interés.

Va remoloneando, no tarda en alcanzarla.

– Hola -le dice.

Ella le devuelve la sonrisa a la vez que cabecea; tiene una sonrisa más taimada que tímida. Es pequeñita y delgada, lleva el pelo negro muy corto, tiene lo pómulos anchos, casi como una china, y los ojos grandes y oscuros. Siempre viste de manera llamativa. Hoy lleva una minifalda marrón combinada con un jersey de color mostaza y medias negras. Las tachuelas doradas del cinturón hacen juego con las bolas de oro que lleva por pendientes..

Está bastante colado por ella. No es algo nuevo: prácticamente no deja pasar un trimestre sin enamorarse en mayor o menor medida de alguna de sus alumnas.

Desgracia, de J. M. Coetzee.

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